ABUELOS DE GUERRA

ABUELOS DE GUERRA

Todavía eras un niño cuando tuviste que salir de Fresnedillas de la Oliva hasta Hoyo del Manzanares huyendo de algo que no era como aquellas excursiones de domingo por las tierras grande y chica. Escapando del horror de una guerra. Tenías 11 años, cuando se iniciaron los tiempos de penurias y calamidades. De hambre y necesidad. De frío, de angustia, dolor…Ahora lo entiendo todo.  Comprendo tu angustia porque no pasásemos nunca frío, porque nuestras barrigas estuviesen siempre llenas y porque tuviésemos lo mismo o más que el resto de los niños, todo lo que tú nunca llegaste a tener. Puedes estar tranquilo abuelo, sin duda alguna, lo conseguiste.

Me quedo con los cuentos que me contabas a la hora de la siesta. Con los otoños llenos de castañas que asabas en tu cocina de leña. Con los días que me esperabas a la puerta del colegio lloviese, nevase, tronase o cayera del cielo un infierno. Con las partidas de cartas siempre perdidas porque contabas las tuyas y las mías y yo pensaba que hacías magia.

Me quedo con las milhojas de crema de la pastelería vieja al salir del catecismo. Y con los caramelos de nata y cubalibre. Con los desayunos de El Encanto después de hacerme los análisis de sangre. Con los ronquidos de león que tenía que soportar cuando en las vacaciones compartíamos habitación. Con todos los cromos que compramos para conseguir un balón de fútbol que te hacía más ilusión a ti que a mí. Con las tardes en la salita mientras tú veías toros y yo aporreaba la vieja máquina de escribir. Con tus llegadas después de dos meses en Madrid, parecidas al regreso de los reyes magos, pero en primavera.

Me quedo con los paseos por la orilla del río Eume. Con las comidas de los domingos. Con las cazas de grillos. Con las campanas de la iglesia que nos informaban de lo que estaba ocurriendo en el pueblo. Con tus tortillas de patata y con los cornechos de pan que siempre tenías cuando íbamos a verte.

Me quedo con tu casa, un parque de atracciones para la imaginación donde Irene, Marta y especialmente yo jugamos a ser y a hacer lo que nos dio la gana. Allí nada era lo que parecía. Allí los tres fuimos felices.

Te gustará saber que ya mi nueva casa tiene muebles y que voy a salir adelante cueste lo que cueste, sin ti un poco más, pero saldré. Que el domingo vamos a comer juntos como siempre y que el día 13 volvemos todos al pueblo a cazar grillos.

No tengo hambre, ni frío. Estamos bien abuelo. No, no lloro, es el rocío de esta mañana que se coló por la ventana de mi balcón con los primeros rayos de sol.

¡Ya es primavera abuelo!

 ABUELOS DE GUERRAPD: Gracias a todos de parte de todos.

 

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