La adolescencia es esa edad…
En la que la voz comienza a cambiarte. Tu cara se convierte en un socarrón de arroz quemado. Una noche notamos que nuestro pene se empalma y comprobamos que si nos tocamos podemos disfrutar del placer de nuestra sexualidad en solitario. No sabemos muy bien lo que queremos. No sabemos si vamos o venimos. Si nos gusta el helado de limón o el de chocolate y nuestras emociones comienzan a desbordar sin poder controlarlas ni nosotros ni nuestros progenitores, nuestros amigos como están todos igual o peor que nosotros no pueden ayudarnos.
Tras esta etapa y ya cuando nuestra cara empieza a quedar limpia de granos, y nuestra voz ya es más firme, empieza la segunda adolescencia o lo que es lo mismo, es momento en el que jugamos a ser adultos: unos estudian y otros trabajan. Compartimos piso porque un sueldo de becario no permite una vivienda digna. Disfrutamos de nuestra sexualidad con total libertad ya más lejos de los lazos familiares, nos acercamos en mayor o menor medida a experiencias rocambolescas y de dudosa reputación, nos enamoramos y desenamoramos sin que el mundo se caiga. Nuestra dieta se compone de latas y tupers, lo que haya dentro sorpresa. Nos juntamos en casas de amigos para compartir una cerveza o un vino. Esperamos como agua de mayo algún ingreso extra para comprarnos un libro, un cd o poder ir una tarde al cine. No sabemos lo que es ahorrar y en ningún caso nos planteamos acceder a una vivienda digna, ni a la paternidad o maternidad, ni a crear una empresa propia, tras la primera semana de mes nuestra cuenta corriente entra en estado febril, tres intensas semanas en las que nos dedicamos a sobrevivir “dando palos de ciego” hacia un lado y hacia otro. ¿Y qué será de mí? ¿qué será, será?.
Y después llegaría la edad adulta, ¿la edad qué?…Esa edad que en nuestro país ha desaparecido tan rápido como lo ha hecho la clase media. Esa edad en la que ya tienes treinta y …y sobrevives gracias a la paciencia y al humor, asumes que la vida te ha regalado unos años más de ese periodo de supuesta felicidad en el que te dedicas a dar tumbos de la ceca a la meca, eso sí ahora con las primeras canas, con menos aguante nocturno, con menos ganas de destrozar camas y con menos ganas de que te destrocen el corazón, con más pensamientos de futuro y con más preocupaciones en las relaciones paternofiliales, pero qué le vamos a hacer, vivimos en un país donde en apenas una década la población se compondrá de postadolescentes de 40 y menopaúsicas/pitopáusicos o lo que es lo mismo un batido hormonal que ahora sí tengo clarísimo eso del calentamiento global, vamos sí lo tengo. De la adolescencia a la pitopausia por obra y gracia de la economía.