Al señor Fausto hoy le duele todo. Apoyado en su muleta se toma el café diario: un descafeinado, hoy sin descafeinar, para descafeinada ya está la mañana sin sol y gris. Habla con unos y con otras y presume, y no sin razón, de haber sido uno de los mejores bailarines nacionales: pasodoble, tango, merengue o chotis…Nada se le ponía por delante ni a él, ni a su santa esposa.
Se conoce el barrio de punta a punta y puede describir con pelos y señales a c…ada uno de los vecinos que lo habitamos. Manchego de pro.
– Sí hijo, soy de un pueblo de la mancha, de ése de dónde es la chica del 15. Esa tan guapa que también es amiga tuya-
– ¿Sara?-
– Esa, Sara. Perdona hijo es que recuerdo lo que comí hace veinte años pero ya me he olvidado de lo que cené ayer-
Con sus 83 años en la espalda es cliente diario del centro de salud de Alameda a donde acude en busca de un milagro que le quite el dolor definitivamente.
– Me tomo 14 pastillas diarias. No he bebido en la vida, ni fumado, a pesar de trabajar durante muchos años regentando una de las salas de fiestas más famosa del barrio. ¡Qué tiempos aquéllos!. No he pasado hambre pero comíamos de lo que había hijo, que en aquellos tiempos no era mucho. Ahora entre la doctora y la mujer me lo van quitando todo poco a poco. A la doctora no le hago mucho caso, pero a la mujer, ¡qué remedio! que es la que me aguanta-
Mientras mira mi ordenador me dice: -yo también estoy ahí. Me ha metido mi nieta. Mis fotografías de cuando era joven. He ganado muchos premios bailando-
El señor Fausto espera a que llegue el buen tiempo “como agua de mayo”. Cuando los secarrales manchegos arden él disfruta de la tranquilidad de sus orígenes en compañía de sus nietos. Cuando conducía se acercaba a en cualquier momento. Ahora ya no le dejan conducir y va cuando le llevan.
– ¿Te he enseñado las fotos de mi bodega?-
– Sí, señor Fausto me las ha enseñado usted. ¡Qué bien me lo paso allí-.
Contemporáneo de Lope, Garcilaso o Góngora, mientras unos movieron la pluma con destreza, él sus piernas con habilidad, esas que hoy le dan tantos problemas y que años atrás le han dado la vida.
– Hijo, me gusta hablar contigo-
– Y a mí Sr. Fausto, y a mí-