DEMASIADO TARDE

DEMASIADO TARDE

De aquellos últimos días del verano él sólo esperaba descansar y disfrutar de la compañía de los que estaban a su lado.
Entre una enredadera de personas y sin buscarse, sin conocerse, casi sin verse, dos miradas se fundieron en su sonrisa de complicidad.
Ninguno quería, o tal vez sí, pero sin capacidad para racionalizar, y por ese instinto que recuerda sin impunidad a los hombres que también pertenecen a la raza animal, ambos se perdieron.
Tras varios días se despidieron con la promesa de que aquello, simplemente era eso… Nada más.
La distancia, que como el aire borra las huellas en la arena de la playa, esta vez le había sido infiel. No había cumplido su compromiso.
Los recuerdos convertidos en inmensos gigantes de papel iban y venían, y a pesar del esfuerzo por no querer, sus sentimientos eran ya más fuertes porque ¿quién puede controlar la furia del mar? – Yo no. Lo siento-.

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