ELLAS

Sí, ellas son las protagonistas de los cinco retratos en blanco y negro que compartí con todos hace unos días: Noemí, Elsa,  Noelia, Úrsula e Irene. 

Noemí y yo nos conocemos hace 20 años, probablemente más, pero el primer recuerdo real fue en esa fecha, en unas clases particulares de matemáticas con Marisol. Después y gracias al destino que a veces es muy sabio, nuestros caminos siempre han sido paralelos. A Noemí la vida le tenía preparados momentos muy difíciles que superó sin ella apenas despeinarse y con el apoyo de una numerosísima familia que nada tiene que envidiar a los Ruíz Mateos, o a los Borbones de Borbón y Borbón. Generosa hasta el infinito. Pacífica como el océano. Tolerante hasta la intolerancia. Y creo, sin temor a equivocarme, la más querida por todos: por los míos, por los suyos y por los nuestros. Un cariño que se ganó a pulso, sin esfuerzo, porque sí.

En el bar 7 Caminos es dónde Elsa y yo nos vimos por primera vez. Me la presentó un amigo en común. Yo tenía 18 años. Ella estaba terminando bachiller y yo estudiando en Coruña Sociología. Las primeras conversaciones no pasaron de una simple charla insulsa de adolescentes. El tiempo jugó a nuestro favor y esas palabras fueron tomando sustancia, como un buen caldo a medida que la carne se va cociendo. Sensible, tímida, miedosa y llena de genio. Con una intuición fuera de lo común y una sensatez extrema que a veces puede caer como un jarro de agua helada. No nació para ama de casa. Defensora de “causas pobres” y al igual que la gran Lola Flores, muy protectora con los suyos. Conmigo.

Describiendo a Noelia podría contar parte de mi vida en estos últimos años. Recuerdo el instante en que la conocí como si acabase de suceder hace media hora. Me gustaría dejar claro que este retrato no le hace justicia. El semblante serio de la imagen nada tiene que ver con la realidad. Inquieta, impaciente y soñadora. Le gusta caminar descalza por la playa. Enamorada del sol y de un mar que ahora mismo tiene bastante lejos. Tierna y muy cariñosa, tal vez la más cariñosa. Dispuesta como ninguna. Capaz de preparar una comida para 15, organizar un viaje y coser una capa para disfrazarnos sin perder ni en un sólo instante la sonrisa. Aventurera, con un gran oído musical y muy sociable. Todas ellas cualidades que muy pronto Candela conocerá, y yo le enseñaré.

Úrsula fue la última en llegar. Entró en mi vida como una brisa de aire fresco en un día bochornoso. Nos conocimos en el trabajo, en la que sin dudarlo fue la mejor experiencia laboral de mi vida. De compañeros “de curro” pasamos a compañeros de cañas, de compañeros de cañas a confidentes y de confidentes a amigos. Extrovertida, nerviosa y temperamental. Apasionada por el mundo: moda, arte, cine, diseño y música. Negada entre pucheros. Organizada y curiosa. Transparente como nadie, risueña y capaz de sacar una carcajada a la situación más triste o embarazosa.  Indecisa consigo misma y decidida con su entorno. Capacitada para todo. Inteligente y resolutiva. Momentos únicos: Coruña, una caña y su compañía.

A Irene la conocí en el hospital el día que nació. Mi otro yo antagónico. Nada tenemos que ver, ni física ni personalmente. Todavía hay gente hoy que desconoce que somos hijos de los mismos padres. Somos el día y la noche. El yin y el yan. El verano y el invierno. Tranquila, desordenada, y excesivamente visceral. Puede pasar de la risa al llanto en cuestión de segundos. Independiente, autosuficiente y gran crítica. Artista entre platos y fogones. Profesional entre marcos, pinturas, papeles y cuadros. Familiar, inconformista y gritona. En la vida: afortunada y agradecida. Afortunada ella, y afortunado yo, porque sí, a todos los que todavía lo dudan, es mi hermana.

En blanco y negro, o en color, así son ellas, así sus vidas. Y como decía Amaral, son mis amigas.