Ayer estuve en la exposición de retratos del fotógrafo gallego Virxilio Vieitez. Las fotos me gustaron y las personas allí retratadas me impactaron.
Muchas de las fotografías que mi abuela, mi madre o mi tía guardan en sus latas de Cola Cao desde hace años podrían estar expuestas en cualquiera de las salas de la capital, aunque espero que esto no ocurra nunca por la parte que me toca. Mis fotos de bebé no valen para enseñar en ningún lugar, y mucho menos para exponer.
Un recorrido por todo tipo de imágenes, posadas y menos posadas. De familia. De playa. De infancia. De juventud. De boda. De entierro. De luto. De duelo. En definitiva y como diría Sabina, de rosas y espinas.
Cuatro décadas del siglo pasado en blanco y negro y en color, y todas con algo en común: la mujer. La abuela. La madre. La hija.
Abuelas de sesenta años con apariencia de noventa. Rostros totalmente marcados por historias de vida tan duras como el pan que tenían para llevarse a la boca a diario. Miradas intensas y un sufrimiento dibujado en cada una de las arrugas y líneas de expresión que firmaban hambre, dolor, sufrimiento, emigración, trabajo y más trabajo.
Madres de veinte años con apariencia de cincuenta. Nacidas y criadas para ser esposas de…y madres por…Tal vez una vida mejor pero con el recuerdo todavía muy reciente de unos años muy difíciles.
Hijas de veinte años, ya con apariencia de veinte porque el tiempo hace el olvido, y el esfuerzo de las generaciones anteriores comenzaba a dar sus frutos. Ropa más moderna, cortes de pelo más juveniles. Más sonrisas y momentos de ocio hasta hace poco inexistentes, verbenas, circos y otras reuniones festivas. Los cuerpos comienzan a mostrarse, eso sí siempre con la mirada puesta en los ojos de padres y abuelos poco dispuestos a que sus “rapazas” enseñasen más de lo que la educación recibida hasta entonces permitía.
Y sí, de allí venimos todos, de unos tiempos oscuros, que aunque pensemos que se parecen a los que ahora estamos padeciendo, nada tienen que ver. Abuelas, madres e hijas, ya no son las mismas, y cuando los personajes no son los mismos, la historia tampoco. ¡Feliz fin de semana a todos!